A menudo los buenos amigos tratan de ayudarnos a disipar
nuestros miedos, culpas o vergüenzas anclados en nosotros a raíz de un papelón, o de
burlas de las que fuimos objeto en algún tiempo pasado. Sin
embargo, la experiencia demuestra que las buenas intenciones de nuestros amigos
de reconfortarnos o consolarnos por medio de la lógica y los buenos consejos, no
alcanza para superar el mal trago y olvidarlo para siempre. Para
superar las tensiones emocionales instaladas con aquél papelón o con aquella
burla se necesita energía; la misma energía que se hace necesaria para resolver problemas de identidad.
Pues los problemas de identidad son frecuentemente iniciados a raíz de este
tipo de experiencias antipáticas vividas con intensidad. Las consecuencias de
un papelón sufrido en exceso, como de la crítica ajena mordaz y destructiva
pueden ser demoledoras para la identidad y aquél que no se siente enérgico y
seguro difícilmente conseguirá superarlos definitivamente. Las huellas de la
experiencia se harán sentir en el momento menos pensado. Solo la energía en el
área del pensamiento, que protege la estructura psíquica y ayuda a adoptar una
actitud de desapego, conseguirá borrar aquellas nefastas huellas. Ocurre que la emoción que sigue
al papelón, a la mirada o
palabra antipática, es
consecuencia de algo mucho más profundo y sutil de lo que son, en sí mismos, el papelón,
la mirada o la palabra.
La emoción instalada es consecuencia de una marea energética inyectada a
través del papelón, de la mirada o de esa palabra.
Si el efecto de los papelones, los
comentarios ácidos o las miradas antipáticas duraran en nosotros lo que dura
el papelón, la palabra o la mirada antipática, entonces no habría demasiados problemas
humanos. Pero los problemas humanos
existen. Y los complejos persisten. Ocurre que las palabras y miradas venenosas
inyectan la intención de aquél que hace la broma y que quiere envenenar. La
persona debilitada en sus energías, con su estructura psíquica agitada,
permite que se le inyecte la mala intención y con ello, permite que una
energía negativa ingrese en su sistema contaminándolo. La palabra o la mirada mal intencionada consiguen inyectar
en las personas una venenosa energía negativa,
o quebrar, (intoxicar) su
circulación positiva existente. Ese flechazo de palabra o mirada envenenadas
permanece en la conciencia; empieza
a formar parte del mundo interior y a contaminar tanto el diálogo como las imágenes
interiores.
Se comprueba en carne propia que a las palabras no se las
lleva el viento. Algunas se meten en la mente quebrando la circulación
energética; como un palo puesto a una rueda para bloquearla.
El proceso puede iniciarse con la duda; dudar de uno mismo. Luego se sigue con
confirmaciones que son especialmente reforzadas cada vez que la persona repite
el papelón.
Comprobar que una clase de energía negativa se metió en nuestro
interior y nos estorba es muy sencillo; sólo basta recordar alguna experiencia
negativa del pasado y prestar atención a las reacciones del cuerpo. Esas
sensaciones que aparecen son sus huellas energéticas. La mayoría
de las veces se siente algo a la altura del plexo solar, de la cara o del pecho.
Todos estos puntos coincidentes con centros energéticos. Ese “algo” que se
siente es la evidencia de la carga negativa no expulsada todavía, la huella
persistente de lo que en algún momento fue un flechazo de energía
bloqueadora atravesando la libre circulación energética en nuestro sistema.
Cuando conseguimos liberar ese bloqueo energético, y sólo recién entonces,
podemos aceptar, comprender y adoptar algún recurso de contrapeso energético.
Recién entonces podemos reconocer los consejos de los buenos amigos y adoptar
sus voces como “contra-palabras” funcionales y sentirnos liberados y avanzando. La palabra y la
“contra-palabra” tienen efectos irrefutables sobre todos nosotros. A menudo se hace necesario repetir la
contra-palabra durante muchos años, por ejemplo en las terapias discursivas,
para derribar una palabra ácida recibida tiempo atrás y que resultó demoledora
entonces, paralizante o sorpresiva como un
latigazo.
Con todo, cabe remarcar que las intervenciones ácidas
de los demás no son imprescindibles para que se dispare en nosotros la energía
venenosa y se ocasione un daño a nuestra auto-conciencia. La interpretación que
nosotros mismos otorgamos a un hecho no fortuito catalogándolo como bochornoso
mediante nuestras propias voces interiores también puede iniciar el proceso
pernicioso y dañar nuestra identidad. Sufriremos enormemente según nuestro sistema de
creencias pues en él se encuentran los recursos igualmente capaces de
disparar en nosotros mismos esa energía negativa y limitante. Es más:
cuando intervienen la palabra o la mirada envenenada propia y personal,
el dolor suele resultar todavía más agudo.
Es la carga energética en nuestras propias miradas interiores y en
nuestras palabras interiores
las que más daño pueden causarnos--- las mejor
habilitadas para dañarnos. Llamativamente, y contra
lo esperado, las nuestras suelen resultar notablemente más dañinas que las
ajenas.
El papelón en sí mismo no lastima; para que exista dolor
o para sentir vergüenza, hace falta una interpretación del hecho. Para sufrir por la crítica, es necesario estar
de acuerdo con la crítica.
La totalidad de nuestro ser responde a todo aquello
con lo cual experimentemos una “cierta afinidad”, una cierta identificación,
y a lo que otorgamos rango de verdadero. Costumbres tradicionales y
perfectamente aceptables en una comunidad pueden resultar un espantoso papelón
en otras. Y reaccionamos con sensaciones, emociones. Esto es energía.
En
una consulta terapéutica rueda una clase de afinidad llamada,
“transferencia” y que es energía también; imprime en el espacio de la
consulta un clima de confianza que hace posible la confesión del paciente y
mantiene elevada su esperanza por salir a flote. Estas energías de la
confianza, la esperanza son caldos de cultivo para todo beneficio imaginable.
Cuando no hay transferencia o cuando ésta es "mala", el paciente no
puede abrirse, abandona la terapia y va en busca de otro profesional con quien
se sienta "comprendido o apoyado. Busca un clima energético óptimo para
producir desbloqueos necesarios.
En el ámbito social la energía del ambiente se manifiesta
en corrientes positivas como las del amor, la confianza, la tolerancia, la comprensión,
la amistad. Y su contrapartida: odio,
recelo, intolerancia, incomprensión, enemistad. Se entiende que los vínculos
sostenidos con las energías del primer grupo resultarán mucho más
gratificantes y provechosos que los que se mantienen con las energías del
segundo grupo. Los vínculos de estas últimas no se rompen solo porque
sean negativos, destructivos, pesados o antipáticos. Increíblemente, aún por
dañinos estos vínculos persisten. Cuanto mayor es la debilidad energética y
la mutua dependencia más gruesos serán estos lazos o ataduras invisibles. Nuestro sistema detecta
estos lazos, ante ellos responde con sensaciones equivalentes según los
consideremos buenos o malos para
nosotros.
Reconfortantes
o dañinos los lazos vinculares son invisibles, intangibles pero inequívocamente
perceptibles; nos hacen vibrar; movilizan nuestro sistema psico-físico. Algunos
nos inspiran sueños maravillosos; otros, verdaderas pesadillas. Algunos
nos dan aliento y estimulan nuestro desarrollo. Otros nos quitan el aliento, la
energía en ellos puede cansarnos, sofocarnos o frenarnos.
Estos
problemas vinculares se superan únicamente con ayuda energética. Recibiendo la
energía adecuada se inicia todo proceso de destrabe. De lo contrario los
procesos pueden durar años sin que la persona consiga quebrar el bloqueo.
Significa esto que sin el impulso energético que se hace necesario para
empezar a andar, el sistema no puede recibir consejos, sugerencias. Una persona
sofocándose en el odio no puede recibir consejos referidos a la tolerancia o la
paciencia a menos que supere primero que nada ese odio que lo sofoca o lo
enceguece. Superado ese odio, su sistema puede saltar a una circulación
emocional más provechosa y entonces resulta que empieza a comprender los puntos
de vista y adoptar los buenos consejos de los otros. Cuando por fin consigue producir el desbloqueo
consigue sentir indiscutiblemente el progreso en su sistema;
puede liberarse de la carga energética negativa y, en un santiamén,
adopta una perspectiva positiva y renovadora. Lo que considerba papelón tan
simplemente deja de serlo.
Tanto para lo bueno como para lo malo existe un fenómeno
de atracción y repulsa energética que suele repetirse y que no guarda
relación directa con la lógica sino con la energía. Somos capaces de seguir los
consejos de aquella persona con la cual sentimos afinidad energética. Somos
capaces de seguir el peor de los consejos considerándolo bueno solo porque
proviene de esta buena persona. Lo que
aceptamos es su energía y a ella nos pegamos;
no tanto al consejo. Prueba
de ello es que somos capaces de desestimar una muy acertada sugerencia si la
misma proviene de alguien cuya energía rechazamos.
Así es que a menudo, sin dudarlo, rechazamos
excelentes consejos. No es de extrañar el que a lo largo de la vida hayamos
descalificado de plano consejos que nos hubieran cambiado la
vida para mejor. Lo que aceptamos o rechazamos responde al mundo de las cosas
sutiles. Merecemos darnos cuenta de ello a tiempo para evitar sufrimientos innecesarios.
Y podemos alcanzar revelaciones magníficas si recurrimos al impulso floral con
sabiduría.
Cuando
sufrimos a raíz de la burla de alguien, no nos hace sufrir la burla sino nuestra identificación con ella,
(con las creencias que esa burla manifiesta). Sufrimos por identificación
y la identificación es energía. Algo negativo en nosotros, que puede
estar relacionado con nuestra manera de pensar o sentir coincide con algo
negativo en ese otro que hace la burla.
Entonces su palabra o su mirada burlona engancha y reverbera con esas palabras y
miradas burlonas de nuestro interior. Su energía engancha con la nuestra y
también posiblemente los pensameintos, creencias y expectativas enganchan en
este circuito de energías afectándonos
muy mal. Ahora bien, los circuitos se
entablan entre personas y alrededor de asuntos: no todas
las personas reaccionan del mismo modo ante una misma burla como no lo hacen
ante un asunto determinado. De hecho, muchos ni
siquiera se dan cuenta de que están siendo objeto de burlas. Y esto se debe a
que la creencia subyacente en la burla no existe en su sistema de creencias.
Esta persona está afuera del circuito de la otra; Al menos para ese asunto en
particular, se encuentran transitando por carriles energéticos cualitativamente
distintos.
Es natural que, para resolver algunos asuntos, busquemos
consejo o la orientación de alguien calificado, pero, de nuevo, el conocimiento
no alcanza, y de nuevo será la energía el factor definitorio.
La palabra del cura no nos resultará convincente si percibimos en él
una circulación energética que rechazamos. Con el médico ocurre algo similar:
es posible que dudemos de él y que rechacemos su tratamiento si rechazamos la
energía en su persona. Decimos cosas como "me inspira desconfianza",
"algo en él no me gustó". La
energía que percibamos en ellos hará que aceptemos su influencia o que la
rechacemos de plano. Con las terapias parlantes se repite el fenómeno: La palabra del
más
calificado terapeuta, su orientación y sus estudios no serán recursos suficientes para
movilizarnos si su energía entra en conflicto con la nuestra. Sus conocimientos
pueden ser formidables, pero por formidables, si su energía se perfila a
contrapelo de la nuestra, elegiremos atendernos con otro terapeuta a lo mejor de
conocimientos técnicos más rudimentarios, pero con quien sintamos “una mayor
afinidad”.
La crítica forma parte de la vida de relación; la
crítica debe ser constructiva. La crítica debe considerarse un aporte y en ese
sentido dejará siempre un saldo positivo. Lamentablemente, la crítica
destructiva, esa que consigue poco o nada, es la sal de la vida para muchas personas. Algunos necesitan
criticar para ubicarse en sus entornos; se sienten inseguros y superan la
inseguridad inferiorizando a los demás. Otros
necesitan criticar y critican sin pensarlo dos veces pues su cerrazón les
impide cuestionar o aceptar las diferencias. Estas personas necesitan incorporar
a sus sistemas tanta energía positiva como aquellas que sufren papelones o son
objeto de burlas. Existe otro tipo de tendencia a la crítica pero que
alberga una buena intención. Por ejemplo, mucha
gente critica a sus amigos cuando creen que criticandolos o ridiculizándolos
los están a ayudando a reaccionar. En estos casos, cuando se capta la buena
intención en la actitud, lo que se recibe es la buena energía de la buena
intención y en este sentido este estilo crítico deja un saldo positivo.
Las burlas son frecuentemente el producto de una pauta cultural, un estilo
comunicacional y nada más. Reflejando el comportamiento de sus mayores,
muchos aprenden un estilo humorístico, desarrollan así su particular
sentido del humor. Y aunque parezca
una contradicción, muchas personas
expresan aprecio, amor, consideración valiéndose de la crítica o la burla ácida.
Desde luego, a menudo consiguen todo lo contrario de lo que buscan. Son aquellos
que creen que mediante la burla ayudarán a los otros a mejorar su mal humor;
que darán alegría, algo sobre lo cual reír y causar simpatía. Nuevamente en
estos casos, si se capta la buena intención, se recibe la energía positiva de
la buena intención; por más odiosa que haya sido la crítica deja un saldo
positivo.
En todo momento en que la burla y la crítica asomen
amenazando la estabilidad, será una buena medida situarse por encima de ella y
tratar de distinguir la posible intención de quien la expresa; su energía y la
circulación energética que imprime en el ambiente.
Todos hemos sido alguna vez víctimas de las burlas
ajenas. Si usted siente que alguna de ellas continúan resonando en su
conciencia limitándolo, considere la posibilidad de superar su trabazón con el
buen uso de las esencias de Bach. Aprender a utilizar las esencias de Bach,
aprender a manejarlas con estrategia, (y
NO tomarlas como remedio) le permitirá reconocer los medios más rápidos y
definitivos para destrabar bloqueos en su
circulación energética. Tendrá ocasión de comprobar de primera mano que
todos los problemas humanos, los traumas, los miedos, los complejos, no encuentran
solución rápida y definitiva en el ámbito del discurso sino en el ámbito de
la energía pues es el factor que, en todo caso, propicia el buen discurso.
Muchos adultos persisten en errores de conducta, en
inhibiciones por motivos que no pueden explicar. Es altamente probable que estén
siendo víctimas de un bloqueo energético. Es tiempo para ellos de liberarse de
ataduras invisibles pero que resultaron duras como una roca, más gruesas que las sogas del
barco. Los esencias energéticas tan generosamente ofrecidas por la Naturaleza
serán dignas de probar a tiempo.
LOS
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