|
Los dos poderes
Por Sergio Sinay
Señor Sinay:
En este tiempo en que la política marca el escenario del país, y como
nunca se muestran las facetas del poder, me pregunto qué significa poseer tanto
poder; dejan de ser ciudadanos comunes, se convierten, el poder los encandila,
se les cumplen muchos sueños materiales, y hasta son condecorados, pero la
mayoría no cumple el deber encomendado. Mi padre repetía una frase que me quedó
grabada: "Para ser héroe basta un minuto... para ser honrado, toda una
vida".
Gabino Bonacci
Temido o ansiado, el poder repele a muchos y atrae de un modo hipnótico a
otros. Más allá de nuestra percepción, vivimos involucrados en relaciones de
poder. Esto es inherente a los vínculos humanos. Todo vínculo es, en fin, una
continua negociación entre necesidades, deseos, posibilidades y limitaciones.
Así se tejen (entre padres e hijos, en la pareja, entre amigos, entre
adversarios, entre jefes y subordinados, entre socios, entre representantes y
representados, entre oferentes y demandantes, entre votados y votantes)
relaciones de poder que luego devienen en estructuras de poder. En Leviatán,
obra fundacional de la filosofía política occidental, el filósofo inglés
Thomas Hobbes (1558-1679) percibía "una inclinación general de toda la
humanidad, un deseo perpetuo y sin tregua de adquirir poder tras poder, que sólo
cesa con la muerte". Otro inglés, el influyente historiador e intelectual
lord John Emerich Acton (1834-1902), dijo sobre el tema una frase célebre:
"El poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente". Tanto
Hobbes como Acton (y nuestro amigo Gabino y muchos otros que opinaron y
reflexionaron en esa línea) se refieren a un tipo de poder: el poder sobre. Es
decir, el poder de una persona sobre otra, de un grupo sobre otro, de un sujeto
sobre un objeto. Existe otro: el poder de. Este refiere a la capacidad de
alguien para realizar una acción, para producir una transformación, para
detener un proceso, para impulsar una propuesta, para sostener un ideal.
El poder de se basa en capacidades y potencialidades (aunque diferentes,
todos las tenemos). El poder sobre opera a partir de potestades (legadas o
usurpadas, legítimas o desvirtuadas). Muchos obscenos espectáculos políticos
y económicos de los que somos testigos y víctimas (y a veces, sin proponérnoslo,
también cómplices) en este tiempo y en este lugar, atañen al poder sobre. Aun
así, en mi opinión, no es el "poder" el que corrompe. Tal idea es
favorable a los corruptos, porque, si así fuera, habría que alejarse del poder
y éste quedaría a merced de ellos. El corrupto aparta a los honestos haciéndoles
creer que el poder corrompe. El poder, simplemente, transparenta. Pone a la
vista lo que antes, sin poder, parecía no existir o se disimulaba. Quien
acumula poder sobre parte de la base de que las personas son medios y, como
tales, se justifica usarlas, comprarlas, venderlas, descartarlas. Se corrompen
los corruptibles. En su absorbente ensayo La pasión del poder, el estimulante
pensador español José Antonio Marina apunta que, en ese caso, "el poder
deja de ser expansión de la propia energía para convertirse en afán de
dominación".
Vale pensar en el poder como expansión de la propia energía, destinada a la
consecución de un logro que exprese nuestro ser esencial. En la obra de un
artista, en la construcción de un monumento que enriquece la memoria de la
especie, en el trabajo para mejorar la vida de una comunidad, en un acto de
amor, en el compromiso con un emprendimiento que amplía los horizontes de la
conciencia humana, se expresa el poder de una persona, o de muchas. Hay un poder
que anula voluntades para imponer una sola y hay un poder que aúna voluntades
para generar un todo que es más que la suma de las partes.
El poder refleja la existencia de una motivación y es un fenómeno
exclusivamente humano, desde el momento en que sólo los humanos transformamos
consciente y voluntariamente nuestro hábitat, nuestros vínculos y nuestra
conciencia. Donde haya vida humana, el tema del poder estará presente. Cuando
nada se puede (ni en el círculo íntimo ni en lo social), el individuo se
siente impotente. Impotencia es carencia de todo poder. Y, señala Marina, a la
larga ella conduce a la depresión. Hay una energía en nosotros que reclama
convertirse en poder. Y de nosotros depende que sea poder de. Un poder que rompa
los moldes del individualismo y el materialismo nefastos y nos ponga de cara al
prójimo, devolviéndonos a nuestra condición de seres sociales, ya que como
tales nacemos.
Fuente:
Diario La Nación
https://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1155996
Lecturas relacionadas:
Los padres que
producen dictadores
Del
fracaso a la grandeza
g
-
MANUALES
DE AFLORARTE
-
- Completa
tus conocimientos y aprende las técnicas necesarias de
aplicar a la hora de trabajar con Flores de Bach
-
Aflorarte.com
está activo en Internet desde 1998
Contacto
Solicitar
Consulta
Copyright
© 2000-2008: www.aflorarte.com Todos
los derechos reservados
Iniciativa de
Liliana Dercyé:
www.lilianadercye.com
/ www.loqueengordaeslaemocion.com
|
|