Sin lugar a dudas estamos transitando una experiencia universal única y es que el mundo entero hoy comparte las mismas emociones: El miedo y la incertidumbre.
Hoy todos, ---en mayor o menor grado, absolutamente todos---, sentimos miedo e incertidumbre. Incluso aquellos que parecen tener el asunto superado, los que no obedecen las indicaciones y tienen conductas temerarias, esos están tapando su miedo. Están desafiándolo de un modo incauto. No es que no tengan miedo: lo están negando.
La incertidumbre es una de las emociones más difíciles de sostener en el tiempo. Genera ansiedad, intranquilidad, obsesiones.
Como ya lo vimos, la experiencia de miedo no es mala en sí misma. Cuando la tomamos como una señal de alarma, ella nos impulsa a tomar medidas inteligentes. Al poco tiempo de tomarlas, terminamos agradeciéndo la experiencia de miedo pues nos condujo por buen camino.
Pero hay miedos que nos lastiman. Miedos que en lugar de conducirnos hacia una decisión inteligente nos paralizan. Por ejemplo, el miedo del tipo hipocondríaco. Cuando incertidumbre y miedo se juntan puede resultar un cocktail explosivo para nuestro equilibrio emocional. Y por ende para el buen funcionamiento del sistema inmunológico.
Si en medio de todo este caos que se ha desatado a raíz del coronavirus experimentas cosas raras en tu cuerpo, es prudente consultar a las autoridades.
Pero si eres de aquellos que, a sabiendas de que te encuentras en perfecto estado de salud, que no has corrido riesgos de contagiarte, te sientes afiebrado, te pica la garganta, tienes escalofríos, te sientes cansado, podrías estar cayendo en la hipocondría.
Te enteras de una historia que te espanta, y puedes vivirla en tu propia piel. Observas que puedes replicarla a la perfección y crece tu inseguridad y tu confusión. Y esa incomodidad, esa inseguridad de no poder frenarte a ti mismo. Justo ahora que aprendiste que no debes tocarte la cara, la nariz o los ojos, resulta que sufres por ese impulso irrefrenable por tocártelas como nunca antes.
Como es de esperar: con ello crece tu intranquilidad.
Solo que ahora tu preocupación es válida.
A lo mejor estás viviendo con el termómetro a cuestas, te compraste todos los aparatejos para controlar tus signos vitales, estás tomando vitaminas de un modo obsesivo, sabes de remedios más que un médico, así va creciendo tu tormento.
Tal vez ya has consultado al médico y de nada ha servido que te dijera que te encuentras bien de salud, pues has caído en la desconfianza y con enormes ganas de consultar a otros médicos, buscar otra opinión. Si éste es tu caso, posiblemente estés cayendo en la hipocondría.
Si los resultados del laboratorio dieron bien pero piensas que debe haber habido algún error y sufres ese impulso de volver a analizarte, entonces, estás cayendo en la hipocondría.
Y si estás cayendo en la hipocondría, esta meditación es para tí.
Si tiemblas de miedo y te encuentras haciendo cosas que pueden resultar desopilantes para otros, puedes estar agradecido: tu sistema cuerpo mente funciona de maravilla porque....
el cuerpo siempre va adonde la mente lo lleve.
Ahora bien, si tu deseo es superar el infierno que representa la hipocondría y regresar a una vida normal por la vía de tus capacidades mentales, entonces, esta meditación es para tí.
Aprovéchala y siéntete libre de compartirla con aquella persona que esté necesitando ayuda.
¡A tu salud!