Emoción y sentimiento

EL ARTE DE DISTINGUIR ENTRE EMOCIÓN Y SENTIMIENTO

Una educación emocional acertada permite diferenciar entre emociones y sentimientos y crecer emocionalmente gracias a esta diferenciación.  Si bien a menudo estos conceptos son confundidos dado que comparten similitudes y se los suele utilizar de manera indistinta, vale la pena subrayar y recordar que emoción y sentimiento no son sinónimos. Yo puedo reconocer y estar segura de mi sentimiento de amor por mi hijo. A su vez debo poder experimentar la emoción que me inspiren sus conductas como por ejemplo, el enfado, impaciencia, enojo, y otras emociones que no por desagradables modificarán ese sentimiento amoroso básico que siento por él. Se trata de un tipo de diferenciación especialmente útil de tener en cuenta por parte de padres y educadores para que puedan llevar a cabo sus tareas y sus roles sin emitir juicios de valor limitante sobre lo que sientan.

El sentimiento es una experiencia emocional que se va nutriendo, y afianzándose. La emoción se destaca por su carácter transitorio.

Ante emociones como la sorpresa, el sobresalto, el asombro, el desconcierto experimentamos esta transitoriedad y la necesidad de recurrir al pensamiento para dar una aproximación cognitiva y definir más ajustadamente qué ocurre y cómo reaccionar. Necesitamos del pensamiento para orientarnos y tomar una acción.

La realidad es muy subjetiva y cambiante. Ante una misma situación por ejemplo, de peligro,  las personas serán capaces de evidenciar reacciones muy diversas según estén acostumbrados a tal peligro o sea la primera vez que lo experimentan como ocurre con experiencias de aventura. El guía de la aventura no experimentará lo mismo que el iniciado.

Distinguir entre emoción y sentimiento es una distinción de gran utilidad en todo ámbito de la vida. Por ejemplo, ante un deporte de riesgo o al emprender una aventura, puedo sentir miedo, desesperación, llevarme sustos y aún así, mantener el grado de motivación, el estado de expectativa positiva, la alegría, el sentimiento de amor por ese deporte o por esa aventura. etc.  Un estallido puede hacernos saltar del susto. Cuando nos damos cuenta de que fue causado por un trueno, nos aliviamos. Y en este punto algunos se aliviarán más, otros menos, según qué tanto miedo personal movido por su historia personal le tenga cada cual a los truenos.

Ante un susto que nos da un ser querido, la primera reacción es emocional,  el susto, por lo general muy rápida y desproporcionada, fuera de nuestro control.  Es posible que este susto sea consecuencia de una broma y que nos genere un sentimiento antipático. Incluso el susto puede hacernos reaccionar con un empujón o con alguna reacción física inconsciente, incontrolable aunque resulte agresiva al otro. Pasados unos instantes estaremos nuevamente en condiciones de establecer conciencia; esto es, concientemente definir si tal reacción desproporcionada era necesaria y legítima o no.  Y si el sentimiento antipático tiene cabida.

Conforme avance en su educación emocional, todo individuo de cualquier edad estará mejor preparado para diferenciar sus emociones de sus sentimientos. Y esta diferenciación no es asunto menor. Es una de vital importancia en su relación con el mundo. Tener bien claro el sentimiento habilita emociones y reacciones repentinas, que parecen discordantes con el sentimiento.

De nuestras experiencias comprendemos que la primera reacción emocional resulta difícil de controlar e imposible de sofocar porque por lo general se trata de una respuesta automática, una reacción inconciente, adaptativa, de preservación. Aún si se tratara de una reacción verbal, es por lo general, algo que no haríamos ni diríamos conscientemente.   

La respuesta consciente que viene después de la primera reacción automática puede efectivamente controlarse y tanto mejor con un entrenamiento adecuado, con una buena educación emocional. Comenzamos a explorar e influir conscientemente en nuestros pensamientos, reorientar deliberadamente nuestra experiencia emocional y modificar lo que sentimos. Una vez producida la primera reacción comenzamos a tomar conciencia de lo ocurrido o de lo que está pasando, y entonces,  habiendo retomado el control, nos encontramos nuevamente en condiciones de razonar más equilibradamente y llegar a una conclusión más acertada sobre lo ocurrido, sobre nuestras reacciones, etc. Esta conclusión acertada delineará nuestra actitud corrigiéndola si es necesario . Podemos conversar sobre nuestras primeras reacciones y en todo caso, retractarnos, pedir disculpas sin temor a parecer débiles o inconsistentes.

Los sentimientos parecen ser más duraderos que las emociones, y las emociones son vividas como más intensas, más penetrantes, sorpresivas, repentinas, pasajeras, incontrolables. Sin embargo, los sentimientos también pueden cambiar en cuestión de segundos y experimentarse con igual intensidad. Ante una revelación contundente en cuestión de segundos, puedo ir del amor al odio, de la ilusión al desengaño.

A mi lado viajaban en el tren 2 niños que a juzgar por su mal comportamiento parecían unos malcriados, tan insolentes y dañinos que me pusieron furiosa y seguramente mi furia se reveló en mi cara. Ante mi mirada el hombre que estaba a su cargo, inmediatamente me pidió disculpas y me explicó que venían de presenciar la muerte de su mascota. Mi furia inmediatamente se convirtió en comprensión y compasión. 

En resumidas cuentas, en el ser humano la experiencia emocional involucra un conjunto de conocimientos, actitudes, valores y creencias sobre el mundo, sobre las cosas y sobre nosotros en el mundo. Utilizamos estos factores para valorar una situación concreta e influir en nuestras percepciones. Desde esta perspectiva, puede afirmarse que la emoción es más primitiva e instintiva que el sentimiento. A diferencia del sentimiento, la emoción es más instintiva, prescinde del pensamiento y en este contexto toda reacción automática derivada de esta emoción se la puede considerar como un recurso defensivo, un recurso básico de protección o adaptativo, como por ejemplo, ese empujón como respuesta automática, o ese grito como impulso inconsciente.  Vemos con estos ejemplos que nuestras emociones son esos recursos de nuestra naturaleza, impulsos de orientación efectiva que surgen de nosotros llanamente, sin rodeos, sin análisis, al solo fin de preservarnos, para protegernos de todo lo que resulte una amenaza a nuestra integridad física. 

Parte de la Educación Emocional involucra la capacidad de distinguir entre emoción y sentimiento. Distinción ésta de enorme derivación ya que permite a los jóvenes sobrepasar momentos de desengaño, frustración, enojo identificándolos como obstáculos pasajeros y prosperar en sus elecciones ya sea de amigos, carreras universitarias, etc.

Aproveche estos videos que agregan a la Educación Emocional. Compártalos y disfrútelos