La mente juvenil, capacitada para absorber tantas nociones sobre anatomía, biología, ejercicio físico, matemáticas, lengua y gramática goza de preparación suficiente para incorporar conocimiento práctico sobre su vida emocional; sobre esas energías a menudo inexplicables que tanto afectan sus cuerpos, que regulan sus conductas, sus elecciones, aspiraciones y aversiones. Y las conductas, elecciones, aspiraciones y aversiones de los demás. Tendrá más recursos para comprenderse mejor; para relacionarse mejor consigo mismos y con los demás.
La mente juvenil definitivamente recibirá una formación más completa y se verá grandemente favorecida cuando se le incluyan en su formación las nociones básicas sobre pensamiento y acción; y sobre la dinámica de las emociones, pues ellas también nos constituyen.
La Educación Emocional bien entendida resulta un ejercicio apasionante y divertido. Enseña a utilizar nuestra anatomía, y los recursos del lenguaje; a valernos de ellos con inteligencia. Enseña a jugar con las palabras y a hacer magia con ellas. Las palabras son juguetes preciosos para toda mente en formación; son esos juguetes perfectos especialmente para los chicos que no pueden acceder a los juguetes. Como destapadores mágicos, ellas serán en el futuro sus principales aliados. Sin saberlo conscientemente, o de modo inconsciente, acariciamos algunas palabras y ocultamos otras incluso en la adultez.
Enseñar cuánto se puede hacer con la palabra genera insospechados fenómenos. Olfatear palabras, masticarlas, perfumarlas, combinarlas, jugar a las escondidas con ellas para encontrarlas, aumentar su volumen al pronunciarlas, silenciarlas, estirarlas, achicarlas. Un sinfín de etcéteras que, potenciadas con la diversidad del lenguaje del cuerpo iluminan inevitablemente cualquier personalidad en formación. Ensayada desde la etapa escolar, la educación emocional estratégica impone una estupenda manera de hacer que nuestro registro de palabras y gestos alcancen la potencia de antídotos, de anticuerpos poderosos: Observar el modo como nuestros recursos del lenguaje verbal y no verbal cumplen en restablecernos al instante, en desplazar nuestros pensamientos hacia espacios creativos y productivos, y en fortalecer las defensas del organismo será siempre motivo de asombro y para nuestro deleite.
Realmente útiles en un mundo plagado de amenazas pero también de estupendas oportunidades que suelen perderse lastimosamente: gestos y automatismos poco estimulantes surgen de las personas que eluden la reflexión, demasiadas fantasías pesadas, muy poco encantadoras y palabras poco amables se repiten a sí mismos quienes no tuvieron la ocasión de aprender a tiempo a jugar al juego estratégico de la comunicación humana.