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Huelga
de hambre neurótica
Alfred Adler, un afamado psicoanalista, escribió en su
libro “La psicología del individuo” la reflexión que a continuación se
transcribe a propósito de los vínculos enfermizos que se suelen establecer con
la comida. Debe tenerse en cuenta que el material fue escrito a mediados del
siglo pasado, por lo cual, caben algunas salvedades relativas a conceptos,
costumbres y conductas de la época que hoy ya no se aplican. Sin embargo, no
deja de servir como testimonio de la presencia de afectos y emociones a la hora
de alimentarse; como así también de la existencia de secretas intenciones detrás
de la negativa de alimentarse revelando de modo contundente y fácilmente
comprobable, hasta qué punto el alimento, por su carácter insustituible, se ha
visto distorsionado en su función y ha servido a la tiranía de los vínculos
desde épocas remotas.
“La huelga de hambre constituye, en nuestra opinión, una
de las más violentas rebeliones de personas ambiciosas pero desalentadas; también
un suicidio disfrazado. Esta enfermedad irrumpe siempre en personas que,
habituadas a un papel de primer plano, a hacer de modo que su ambiente se
ocupase de ellas, quieren conservarse en ese puesto.
Por lo regular, este síntoma del miedo a comer
incíciase hacia los 17 años de edad, casi siempre en las muchachas. El
objetivo que se deriva del confunto de la actitud de la paciente es el de no
aceptar su propio papel femenino. Esto es, se trata de una tentativa de evitar,
con la continencia excesiva –como, por lo demás, en el amor—el desarrollo
de formas femeninas. Una paciente mía se pincelaba todo el cuerpo con yodo
creyendo que así podía enflaquecer. Pero nunca dejaba de señalarle a su
hermana menor la importancia de comer incitándola continuamente a que lo
hiciese. Otra paciente consiguió llegar a un peso de 28 kilos, pareciendo más
un espectro que una persona. Trátase
siempre de muchachas que, ya de pequeñas, habían comprobado la eficacia de la
huelga de hambre como medio de poder. Porque en los casos de neurosis
desarrolladas, jamás falta esta forma de expresión sobre el ambiente y sobre
el médico. Súbitamente todo el interés girará en torno a la paciente y su
voluntad domina en todo. De ahí
que tantas pacientes que dan tanta importancia al alimento lo deben asegurar con
el “arreglito” de la angustia; no valoran nunca lo suficiente el proceso de
la alimentación porque es esta sobrevaloración lo que les permite perseguir el
objetivo de superioridad sobre los otros (¡como un hombre! ¡como el padre!).
Ahora bien, pueden criticar todo y han hallado el preciso punto estratégico
para aguzary desvalorizar el arte culinario de la madre, para dictar la elección
de los alimentos, para retardar la puntualidad d elas comidas, consiguiendo así
simultáneamente, que todos los ojos se vuelvan hacia ellos, ansiosos de ver si
comen o no.
Otra paciente cambió con el tiempo su actitud y comenzó
–sobrevalorando siempre la importancia de comer—a devorar y a demandar tal
cantidad de alimento que esto creó a su madre una preocupación igual a la
anterior. Estaba de novia y decía
siempre que se casaría “cuando estuviese curada”, pero simultáneamente,
impedíase su papel de mujer ocn síntomas neuróticos (depresiones, ataques de
rabia, insomnio) y, sobre todo, devorando de una manera ininterrumpida tales
cantidades de alimento que la convirtieron en un verdadero monstruo.
Tomaba de continuo bromuro y decía sentirse peor sin esta medicina. Al
mismo tiempo se lamentaba de su denso acné, acaso provocado por el bromuro, que
taimen contribuía a deformarla. (A fines análogos sirven a menudo la
constipación neurótica, la incontinencia en las evacuaciones, muchas veces
inclusive un tic o la necesidad de hacer mala cara o una neurosis compulsiva.)
Ciertas pacientes obtienen idéntico resultado ayunando en público y
comiendo a escondidas. Se ha notado, en fin, la inmensa importancia que la
huelga de hambre tiene en la melancolía, en la paranoia y en la demencia
precoz, en las cuales el negativismo torna impotente la voluntad del ambiente.
Análogos a tantos otros “arreglitos” neuróticos es el
artificio del “si, pero...” con el que se produce el síntoma de perder el
tiempo. En estos casos, por
“miedo a la decisión” – en los casos descritos por “miedo al
semejante” – el paciente se ha decidido por la “actitud vacilante”, por
el “movimiento hacia atrás” o por el suicidio.
Ante todo se sobrevalora la importancia de la alimentación, luego
sobreviene el miedo al alimento y finalmente aparece la actitud vacilante,
detenida, fugitiva, frente a las
exigencias sociales normales. En este comportamiento se refleja de un modo
evidente el antiguo sentimiento de inferioridad frente a las demandas de la
vida, y los “artificios del débil” son fáciles de conocer. También
existen impulsos vindicativos y tiranía sobre el vínculo familiar”.
Remedios florales que pueden servir: Chicory, Holly, Clematis, Vine
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